Primeras páginas - La esfera de los libros

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Ignacio Cembrero
LA ESPAÑA DE ALÁ
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Cinco siglos después de la Reconquista
los musulmanes han vuelto.
Son dos millones y siguen creciendo
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Prólogo
federico jiménez losantos
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Introducción
LA TERCERA INVASIÓN MUSULMANA
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ás de uno de mis interlocutores españoles y, en general, europeos me preguntó, cuando les comenté el tema que iba a
abordar en este libro, si escribiría sobre la tercera invasión musulmana del Viejo Continente. La primera fue en 711 —la de los árabes
en la península Ibérica— y la segunda la que llevó a los turcos a
las puertas de Viena en 1529. Algunos lo decían en broma, pero
otros hablaban en serio. Los inmigrantes por motivos económicos
llegados de África subsahariana, los refugiados huidos de todas las
guerras que asolan el mundo árabe, vinculados a menudo con esos
terroristas que invocan el islam para matar, constituyen, según los
más asustadizos, esa tercera gran ofensiva que se halla en curso. Para
ellos, España está siendo ya una de sus puertas de entrada.
Nunca en Europa, por lo menos desde que fueran rechazados
los invasores turcos, ha habido tanta polémica ni tanta animadversión hacia los musulmanes. Desde la prohibición del hiyab (pañuelo islámico) en las escuelas públicas francesas hasta la adaptación en
el Reino Unido de las fechas de los exámenes para no perjudicar a
los alumnos musulmanes, los debates son numerosos y acalorados.
Cuando se producen atentados cuyos autores son musulmanes, la indignación es generalizada.
Bien es verdad que el continente europeo tiene dos grandes desafíos por delante. Se enfrenta en su frontera sur al mayor problema
de seguridad desde la Segunda Guerra Mundial porque muchos de
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sus vecinos están sumidos en inextricables guerras civiles, que salpican la orilla norte del Mediterráneo, y otros se mantienen en un
equilibrio precario que probablemente se desmoronará. Desde principios de 2011 se han desplomado los regímenes de Túnez, Egipto,
Libia,Yemen, Siria —habría caído también el de Bahréin de no haberlo impedido la intervención militar saudí—, y la lista no está acabada. Aquello que se llamó en su día «primavera árabe» tiene aún por
delante un largo recorrido. La inestabilidad de sus vecinos se torna
un peligro para el sur de Europa, para España.
Los conflictos generan además un flujo de refugiados sin precedentes desde 1945 al que se añaden todos aquellos que emigran para librarse de la opresión de dictaduras africanas o simplemente en
busca de sustento. Se podrían poner aún más trabas para dificultar su
acceso a esa «tierra prometida» que es Europa, pero, aun así, apenas se
reducirían las entradas. A un padre de familia desesperado que malvive en un campamento de refugiados de Líbano o a un misérrimo
veinteañero camerunés de Douala no hay casi nada que les disuada
de ponerse en camino.
Irremediablemente el Viejo Continente va a transformarse. Las
minorías musulmanas, que en algunos Estados de la Unión Europea
alcanzan ya el 8 por ciento de la población —en España se sitúa en
el 4 por ciento— van a crecer aún más. Un continente con un sustrato cristiano, pero cada vez más secularizado, tendrá que incorporar
a millones de personas fieles de una religión conservadora que impregna a veces todos los aspectos de su vida cotidiana privada y pública. La tarea no va a ser fácil. Los musulmanes, sobre todo los procedentes de países árabes, se adaptan más difícilmente que los latinos,
chinos, hindúes, africanos cristianos o animistas, entre otras confesiones. Entre ellos anidan además radicales que causan un enorme daño
a su reputación.
Pese a los múltiples problemas hay un axioma que también rige en este caso. Los inmigrantes y refugiados enriquecen y dinamizan a los países que los acogen y empobrecen a aquellos de los que
huyen. Los grandes receptores de inmigración, empezando por Es-
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INTRODUCCIÓN
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tados Unidos, son países prósperos como lo es también globalmente
Europa. Buena parte de los refugiados sirios que han llegado al Viejo Continente son además jóvenes universitarios. Europa, y especialmente España, tiene unos índices de natalidad muy bajos; su población envejece a marchas forzadas. Necesita mano de obra extranjera
para trabajar y cotizar; para que su Estado del bienestar no se derrumbe. A causa de las convulsiones que atraviesan sus países y por
razones de proximidad geográfica, a las puertas del Viejo Continente
llaman musulmanes y no hindúes ni latinos. ¡Bienvenidos sean! Bienvenidos sean no por altruismo, sino porque los necesitamos.
Nunca, además, una inmigración en general pacífica, aunque en
sus filas se cuelen algunos violentos, ha cambiado los valores de las
sociedades de acogida ni modificado substancialmente sus instituciones. Al contrario, son los recién llegados los que, a trancas y barrancas,
han hecho suyas a la larga las esencias de su nueva patria. Facilitar su
adaptación consiste, entre otras cosas, en fomentar la creación de un
islam europeo tolerante y abierto y alejado de esa religión esclerosada que impera en muchos de sus países de origen. Sobre todo ha
de apartarse de ese islam que a golpe de fajos de dólares ha propagado Arabia Saudí y cuyas interpretaciones más extremistas inspiran a
grupos terroristas como Estado Islámico. Para ayudar al nacimiento
de ese islam europeo, los poderes públicos deben, al menos durante
algún tiempo, dejar a un lado su laicidad e intervenir como antaño
en los asuntos eclesiásticos. No es que el jefe del Estado deba nombrar a los imanes, como hacía Franco con los obispos de la Iglesia
católica, pero sí seguirlos de cerca para impedir que los malos pastores hagan descarriar a los fieles. Esta es una tarea compartida en la
que intelectuales y teólogos musulmanes deben también, por su parte, reflexionar sobre cómo modernizar una religión que en las últimas décadas camina a contracorriente en dirección a sus orígenes de
hace trece siglos.
España juega, por ahora, con ventaja en esta inmensa partida. Su
inmigración, algo menor, en proporción, que en otros países europeos, es más reciente. La segunda generación, formada por los hijos
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de los inmigrantes, no es muy numerosa, y la tercera casi no existe. Acaso sea gracias a eso, y también por la constante presión de las
fuerzas de seguridad, por lo que el número de jóvenes que ha salido
de España para empuñar un arma en Siria e Irak es escaso en comparación con nuestros vecinos del norte de los Pirineos. Tampoco se
ha producido ningún atentado desde el 11-M en 2004, y la gran mayoría de las células desmanteladas ni siquiera los estaban planeando.
Se conformaban con reclutar a aspirantes a yihadistas. Aunque está
en auge, el nivel de islamofobia sigue siendo bajo en la sociedad española y los partidos políticos ultramontanos, empeñados en poner
cortapisas a los inmigrantes musulmanes o deportarles, son irrelevantes. Por último, el marco jurídico estatal en el que se desenvuelven los musulmanes desde 1992 es generoso y funcional, aunque no
siempre se aplique.
El punto de partida es bueno. El Estado, las instituciones tienen
todavía una gran capacidad de influencia sobre los musulmanes. No
hay, sin embargo, que perder tiempo ni bajar la guardia. En Cataluña,
Ceuta y Melilla hay guetos de inmigración musulmana, y un número nada desdeñable de jóvenes en paro y con escasa formación busca
en foros de internet respuestas que les saquen de la confusión en la
que están sumidos; que den un sentido a su vida. A ellos se añaden
un puñado de conversos que hace treinta o cuarenta años se habrían
probablemente afiliado a grupos de extrema izquierda y que ahora
optan por un islam extremista, convencidos de que así se suman a la
lucha contra la globalización capitalista.
Este libro es un viaje a través de los musulmanes de España. Una
descripción de sus vidas, sus problemas, sus rivalidades y anhelos, y
también de los malos pensamientos de algunos de ellos. Sus páginas
tratan de responder a preguntas como cuántos son y dónde están,
cuántos van a ser en el futuro, dónde habitan los radicales, qué corrientes religiosas están en auge, quiénes son sus líderes y cómo se
les combate. También responde a interrogantes sobre la manera en la
que los musulmanes viven su fe en España, los vericuetos del enfrentamiento entre Irán y Arabia Saudí en la península Ibérica y por qué
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Pablo Iglesias colabora con la televisión iraní en español. En otros
capítulos de esta obra se desvela de qué manera los servicios de seguridad, empezando por el Centro Nacional de Inteligencia (CNI),
frenan la inmigración con métodos poco ortodoxos y además infiltran confidentes en mezquitas y consulados marroquíes, sin olvidar
una descripción acerca de los medios que utiliza Marruecos para tratar de mantener bajo control a sus inmigrantes —que constituyen el
grueso de la inmigración musulmana en España— incluso cuando
estos ya han adquirido la nacionalidad española.
Al ritmo al que crecen los musulmanes, en breve serán más de dos
millones en España. Es hora de conocer a esa gran minoría variopinta
que tanto miedo da a muchos de los que no comparten su fe.
No hay motivos para temerles. El intelectual italiano Umberto
Eco ya lo explicaba en 2007 en una larga conversación con el escritor español José Ovejero: «El islam de los fundamentalistas kamikaze
¿sería compatible con nuestra Europa?», se preguntaba Eco. «No, como es lógico; además es un error decir “el islam”, lo mismo que es
un error decir el cristianismo en general», añadía. «Claro que es posible que se vea ahora una incompatibilidad, porque el islam resulta
visible por sus “picos” fundamentalistas […].Y precisamente los fundamentalismos nos ocultan esa compatibilidad […]. Europa, como
digo, tiene ese destino del mestizaje».
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a representación de la Federación de Fútbol Ceutí, con su presidente a la cabeza, Antonio García Gaona, acudió en primer lugar
a la mezquita de Sidi Embarek aquella tarde del 9 de septiembre
de 2015. Allí les esperaban el presidente de la comunidad islámica
que regenta el templo, Abdelhuajed Mezquini, y el imán Si Kasmi.
Ambos, acompañados por un grupo de fieles, rezaron una plegaria
por el buen desarrollo de las competiciones durante la próxima temporada. Cuando acabaron, la delegación futbolística les entregó una
placa. Acto seguido la comitiva se desplazó a la iglesia de Nuestra
Señora de África, donde fueron recibidos por el padre Ignacio y
por Antonio Fuentes Viña, hermano mayor de la Hermandad de la
Virgen. Los dos formularon a su vez el deseo de que la competición
se celebrara sin contratiempos. Los delegados presentaron luego una
ofrenda floral y Fuentes Viña les regaló un libro sobre la historia de la
Virgen de África escrito por el que fuera deán de la catedral, el padre
Alejandro Sevilla.
Hace tan solo unos pocos años, nadie de la federación pisaba la
mezquita, pese a que ya por aquel entonces un buen número de futbolistas musulmanes jugaba en los equipos ceutíes. Ahora es una visita obligada en una ciudad en la que casi la mitad de su población
es musulmana. Los fines de semana esa proporción aumenta porque
los funcionarios, en su inmensa mayoría cristianos, suelen pasarlos en
la Península. En Melilla rebasan el 50 por ciento, según el cálculo de
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la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE). Esta ciudad es la única de la Unión Europea (UE) de cierto tamaño donde
se alcanza tal porcentaje.
Así es la España aconfesional
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La vida de Ceuta (84.498 habitantes) y también de Melilla (85.584)
está impregnada por el islam como en ninguna otra urbe de la Unión
Europea. Estas dos ciudades son los únicos lugares de la UE donde
la Pascua del Sacrificio o Fiesta del Cordero (Aid el Kebir) es festivo
local desde 2010 por decisión de sus respectivas asambleas, como se
conoce allí al pleno del ayuntamiento. Ese día se sacrifican miles de
corderos importados de Marruecos, a veces en la vía pública o en los
patios de algunas viviendas, sin control veterinario ni «aturdimiento
previo» de la bestia, como estipula el reglamento de protección de
animales.
Ahora, los partidos localistas de inspiración musulmana luchan
por que también sea festiva la Pascua Chica (Aid el Fitr), la fiesta con
la que concluye el mes de ayuno del Ramadán, la segunda mayor celebración del islam. Si los católicos tienen un par de grandes fiestas,
en Navidad y en Semana Santa, ¿por qué los musulmanes, que son
igual o más numerosos, no pueden también disfrutar de otras dos?
Esta última reivindicación aún no ha prosperado, pero muchos convenios laborales, como el de la construcción de Melilla, ya recogen
dos días de descanso retribuidos al final del Ramadán y uno adicional con motivo de la Fiesta del Cordero, que se añade al festivo oficial del que disfrutan todos los musulmanes melillenses.
Ese día del Aid el Fitr, temprano por la mañana, cuando el Ramadán toca a su fin, miles de musulmanes se dan cita para rezar al
aire libre en la Loma Margarita de Ceuta, una explanada cedida por
la Comandancia Militar. Hasta allí se desplazan en autobuses municipales puestos a su disposición en los cinco principales barrios musulmanes. A la musala, como se denomina esta ceremonia religiosa,
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asisten el presidente de la ciudad, Juan Jesús Vivas, del Partido Popular, y varios de sus consejeros, el delegado del Gobierno, miembros
de la oposición socialista en la asamblea ceutí y otras personalidades.
Al acabar comparten un desayuno con el imán que ha pronunciado
la jutba (sermón) y los presidentes de varias comunidades islámicas.
Las autoridades no solo prodigan sus atenciones a los musulmanes cuando finaliza el mes de ayuno. Con meses de antelación, las
consejerías de festejos preparan las actividades culturales y de animación de las noches de Ramadán —que la televisión local retransmite— con tanto esmero como lo hacen para las Navidades. A veces
la programación suscita agrias polémicas. Los espectáculos de rock,
danza o flamenco organizados años atrás en Melilla por el Instituto
de las Culturas, entonces presidido por Fadela Mohatar, una musulmana, molestaron al partido de oposición musulmán (Coalición por
Melilla). «Ese jolgorio y ese sarao» poco tienen que ver con la espiritualidad que debe caracterizar el «mes sagrado», denunció uno de sus
dirigentes. ¡Como si en las grandes ciudades del vecino Marruecos
las noches de Ramadán no fuesen una fiesta!
Después llega el gran día en que empieza el ayuno y, de nuevo, es el presidente de la ciudad, Vivas, quien inaugura desde alguna
mezquita —años atrás eligió la de Muley el Mehdi— la iluminación
especial de Ramadán. En 2015 el ayuntamiento echó el resto. Colocó nada menos que 147.448 bombillas, la mayoría led, repartidas por
46 arcos luminosos, guirlandas y tres grandes letreros. Cuando pulsa el botón del alumbrado,Vivas suele estar acompañado no solo de
los responsables musulmanes ceutíes sino del comandante general
de Ceuta, del líder del PSOE y de otros cargos. Todos ellos comparten después al menos un ftour (cena de ruptura del ayuno) durante el
mes sagrado con destacados dirigentes musulmanes. A veces, el festín
se celebra en edificios públicos, incluidos los cuarteles de la ciudad.
Las atenciones que las autoridades prodigan a la comunidad musulmana durante el Ramadán no se quedan ahí. Por ejemplo, en julio
de 2015, el entonces recién nombrado comandante general de Ceuta, Francisco Javier Sancho Sifre, visitó la asociación benéfica islámica
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Luna Blanca, que comparte local con la mezquita de Sidi Embarek.
A su presidente, Mustafa Abdelkader, le deseó «Ramadán Mubarak»
(feliz Ramadán) mientras le daba un apretón de manos. Una de las
unidades al mando del general Sancho Sifre, el Tercio Duque de Alba II de la Legión, acompaña todos los años a los pasos de la Semana
Santa en Ceuta. Así es en la práctica la España «aconfesional» recogida en la Constitución.
La vida de las dos ciudades autónomas resulta profundamente
alterada ese mes, y no solo porque los trabajadores y funcionarios
musulmanes hagan con frecuencia una jornada laboral más corta para, desfallecidos por las largas horas sin ingerir alimentos ni agua, retirarse a sus casas y descansar hasta la hora del ftour. El Ramadán ha
caído en verano estos últimos años y, tras saciar su apetito y su sed,
muchos melillenses han aprovechado para pasear o jugar al fútbol
o al vóley en sus playas. Para que la arena estuviera limpia al día siguiente, cuando se esperaba a los primeros bañistas, el ayuntamiento
tuvo que disponer el envío de brigadas nocturnas de limpieza para
recoger la basura.
Los desvelos de la ciudad en manos del Partido Popular para
contentar a los musulmanes y el trato con guante de seda se acaban
cuando estos dan el salto de la religión a la política. No hay un lugar de España donde el conflicto palestino-israelí se viva tan de cerca como en Melilla. CpM, el partido musulmán melillense, convocó
tres manifestaciones en el verano de 2014 en solidaridad con la población de Gaza, víctima de los bombardeos israelíes. «¡Israel mata!»,
«¡Israel tiene sangre en sus manos!», rezaban las pancartas que se exhibían a la cabeza de un cortejo de 2.000 personas, según el cálculo
de la policía local. «Extrapolar a Melilla un conflicto internacional
[…] es muy peligroso para la convivencia», advirtió enojado Miguel
Marín, entonces vicepresidente de la ciudad. Si se exceptúa una pintada en un comercio propiedad de un judío, la pequeña comunidad
hebrea, compuesta por algo más de mil personas, no ha padecido la
ira antiisraelí de los musulmanes melillenses. Por ese lado la convivencia sigue estando a salvo.
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¿Es esta irrupción del islam en la vida cotidiana un fenómeno
que solo afecta a dos ciudades españolas incrustadas en el norte de
África o se extiende por la España peninsular, donde residen 1,77
millones de musulmanes? A 29 kilómetros de Ceuta, cruzando el
Estrecho de Gibraltar, está Algeciras (118.000 habitantes), el mayor
puerto del Mediterráneo por tráfico de mercancías. El restaurante de
comida rápida Burger King es, desde septiembre de 2014, el primero
de España con un menú con carne halal, es decir, sacrificada según
el rito musulmán. En el supermercado Coviran de la calle José Santacana, en la parte baja del centro de la ciudad, no se venden bebidas
alcohólicas, ni jamón, ni paté de cerdo, ni pizzas con jamón y queso, ni siquiera cerveza sin alcohol, porque esta suele tener entre 0,6
y 0,9 grados. En sus estanterías la escasa bollería industrial ha sido
cuidadosamente seleccionada para evitar la que se fabrica con grasa
animal de cerdo.
La tienda es propiedad de Abdelilah El Houat, un marroquí titular de una franquicia de la Cooperativa de la Virgen de las Angustias
(Coviran), fundada en Granada en 1961 y cuya red de distribución
alimentaria es la que dispone de más establecimientos en Andalucía.
Por razones religiosas, el dueño ha decidido prescindir del alcohol
y del cerdo, aunque ello merme sus ganancias, y la dirección de la
empresa lo ha aceptado. Incluso lo valora en su web corporativa. Los
productos que allí se venden, resalta, «cumplen con la normativa alimenticia islámica […], adaptándose a las características de cada población». En el barrio hay muchos inmigrantes. ¿Seguirán Carrefour
o Día ese ejemplo en sus franquicias? Antes, El Houat había abierto
otro Coviran, en la carretera del Rinconcillo de Algeciras, con un
socio español, en el que sí expendía alcohol, aunque había instalado
un curioso sistema en la caja registradora, inédito en España en aquel
momento. Las bebidas alcohólicas se facturaban aparte y los ingresos
de las ventas de este tipo de producto solo revertían al copropietario algecireño. Al empresario musulmán, sin embargo, no le debía de
convencer esta solución intermedia y acabó retirándose de la sociedad, que quedó así en manos españolas.
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