Franco Sentíes, Claudia - E

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Franco Sentíes, Claudia - E
CONGRESSO TOMISTA INTERNAZIONALE
L’UMANESIMO CRISTIANO NEL III MILLENNIO:
PROSPETTIVA DI TOMMASO D’AQUINO
ROMA, 21-25 settembre 2003
Pontificia Accademia di San Tommaso
–
Società Internazionale Tommaso d’Aquin o
Reflexiones acerca del método
analógico prudencial en la ética según
la tradición aristotélica-tomista
Prof. Claudia Franco Sentíes
Universidad Panamericana (México)
Moral virtue in Aristotle’s ethics depends on the intention of the action. That is why some actions are voluntary and
others are involuntary or voluntary with a double effect, one good and the other bad, but necessary to obtain the best
result. So, ethic judgment needs to ask the next questions: Who did the action? With what? What was the purpose?
Where did it occur? At what time? Why? How? Those questions cannot be equal but similar to Absolute Good.
Ignorance or involuntary actions cannot be considered with the elements that I described previously because they are the
result of a force that came out of the subject. For example: when a person asks another to do something shameful to save the
life of his son. That is why Saint Thomas Aquinas, following this reasoning, wrote that those things that we said need to be
considered by analogy. Speculative reason contemplates the principles of human conduct and compares it with singular
actions. Then the particular reason returns to the singular reality, where deliberation began.
In the same way, the moral virtue of prudence compares all the things that we call “good” with Absolute Good and detects
the differences and similarities between the former and the latter. That is why a person who acts by ignorance or force may
be not punished for his action, even if it causes a bad result or effect.
Introducción
Para Aristóteles el ser se dice de muchas maneras, lo que quiere decir
que toda ciencia está circunscrita a algo que “es”. Sin embargo, cada ciencia
queda determinada por el ser sobre el que versa su estudio. En el caso de la
Ética, a diferencia de la Metafísica, el tipo de objeto de estudio no es a la manera
del ser en sí mismo considerado. En este sentido, Aristóteles escribe en el libro
VI de la Metafísica que todas las demás ciencias
no se ocupan del ser en sentido absoluto, es decir, en tanto que algo que es, y tampoco
dan explicación alguna acerca del qué es, sino que tomándolo como punto de partida,
unas tras exponerlo a la percepción; otras asumiendo el qué–es como hipótesis,
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Fundación Balmesiana – Universitat Abat Oliba CEU
C. FRANCO SENTÍES, Reflexiones acerca del método analógico prudencial en la ética según la tradición aristotélica-tomista
demuestran, con mayor necesidad o con mayor laxitud los atributos que pertenecen,
por sí mismos al género de que se ocupan.1
Las ciencias prácticas, a las que pertenece la Ética, son de las que, según
la cita anterior, asumen el ser como una hipótesis ya que versan sobre lo
singular operable y toda obra en el ser humano es probable porque puede ser
de una manera o de otra pero una vez que se tomó una decisión en el actuar, la
conducta es esa y no otra. De ahí que los actos humanos puedan ser calificados
como buenos o malos dependiendo de si estos guardan o no una proporción
adecuada con el Bien en sí mismo, principio a partir del cual se fundamenta las
demás cosas que se dicen buenas, las cuales deben ser son análogas
proporcionalmente a lo que es bueno por naturaleza. Tomás de Vío Cayetano,
fiel seguidor de la filosofía tomista aunque con algunas limitantes
interpretativas, explica al respecto que: se llaman análogas según la
proporcionalidad aquellas cosas cuyo nombre es común y la razón significada por ese
nombre es proporcionalmente la misma.2 De esta forma se salva un relativismo
absoluto en el que toda opinión tenga el mismo valor al margen de lo que es
bueno en sí.
Ahora bien, la tradición aristotélica - tomista, toma la predicación
análoga de varios seres en relación con una misma razón significada
reconociendo diferentes sentidos del ser, aunque según los modos y
especificaciones del único sentido de la sustancia, o sea del ser en cuanto ser,
del ser metafísico.3 En este sentido, si este tipo de metodología funciona para la
ciencia Metafísica con mucho mayor razón sirve para la Ética cuyo campo de
aplicación está en lo singular operable que en esencia es contingente y probable
y por tanto sujeto a una interpretación prudencial que va de lo singular a lo
universal y regresa al mismo particular del que partió, para determinar así si se
trata de un acto voluntario o involuntario del que se pueda atribuir con verdad
su grado de imputabilidad. Y esto es lo que intentare desarrollar a lo largo de
esta ponencia.
1.1. Aplicación del método analógico prudencial en la Ética
Considerar la analogía significa referirnos a algo que en principio
pertenece a la acción del intelecto. Sin embargo, se trata de un método de
Aristóteles, Metafísica, VI,1, 1025b 10 –15. Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 2000
De Vío Cayetano, Tomás, De nominum analogia , no. 23, traducción de Vicente Igual,
Promociones y Publicaciones Universitarias, Barcelona, 1989.
3 Cfr. Aquino Tomás, Suma de Teología , I, q. 4, a. 3. Biblioteca de Autores Cristianos,
Madrid, 1998.
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conocimiento indirecto de la realidad. Por tanto, hay que buscar en ésta la
fundamentación del método analógico. Lo que supone entender la inteligencia
como una actividad orientada hacia lo real. La cosa es la que marca y determina
dicha orientación. Nuestro intelecto es una naturaleza de principio activo, cuya
finalidad es conformarse con las cosas. De esta forma, el conocimiento humano
se encuentra ordenado al fin de conformarse con las cosas. El ser es lo primero
que capta el entendimiento y a lo que tiende por naturaleza. Así lo explica
Tomás de Aquino cuando en la Suma Teológica desarrolla las tres potencias del
alma: Hay un tercer género de potencia ( la intelectiva) cuyo objeto es todavía más
universal, puesto que no acaban sólo en el cuerpo sensible, sino que llega a todo ser sin
excepción.4
Esta misma fidelidad al ser de la que nos habla el Aquinate es la que me
exige considerar el tipo de sustancia sobre la que versa la Ética. Es evidente que
dadas las características de contingencia de los actos humanos, éstos no pueden
ser del tipo de substancia de aquellos entes que, como explica Aristóteles en el
libro VI de la Metafísica, tienen el principio y fin de movimiento en ellos mismos.5 De
manera que aunque la substancia ética también es como la nariz chata y no
como la nariz cóncava (siguiendo el ejemplo de Aristóteles) no lo es, en el
sentido, de las sustancias físicas porque la materialidad de los entes físicos es de
un tipo determinado de “lo que es”, de aquello que es capaz de movimiento, y
de la entidad entendida como definición en la mayoría de los casos, sólo que no
separable de la materia.6
Por el contrario, el tipo de entidad ética no es en la mayoría de los casos,
es decir, la contingencia es mucho más particularizada o singularizada que en
las ciencias físicas. Ahora bien, que los entes sujetos a la contingencia no
siempre son substancias físicas se entiende, según Aristóteles, por lo que sigue:
Son dos las partes racionales: una con la que percibimos las clases de entes cuyos
principios no pueden ser de otra manera, y otra, con la que percibimos los contingentes;
porque correspondiéndose con distintos géneros de cosas, hay en el alma distintos
géneros de cosas, hay en el alma genéricamente distintas partes, cada una de las cuales
por naturaleza se corresponde con su propio género, ya que es por cierta semejanza y
parentesco con ellos como se establece su conocimiento. A la primera vamos a llamarla
científica y a la segunda, razonadora o deliberativa, ya que deliberar y razonar son lo
mismo, y nadie delibera sobre lo que no puede ser de otra manera.7
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Aquino, Tomás, S.Th., I, q. 78 a.1
Aristóteles, Metafísica, VI, 1, 1025b20
Aristóteles, Met., VI, 1, 1025b 30
Aristóteles, Ética Nicomáquea, 1139a 5- 15. Biblioteca Clásica Gredos, Madrid 1998
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C. FRANCO SENTÍES, Reflexiones acerca del método analógico prudencial en la ética según la tradición aristotélica-tomista
Para la tradición aristotélica – tomista es importante esta consideración
porque es en el marco de este pensamiento que empieza a considerarse en el
terreno de los juicios éticos los actos voluntarios de doble efecto o mixtos, uno
bueno y otro malo pero que era necesario para la obtención del fin, y los actos
involuntarios cuando son producto de la coacción o de la ignorancia. Así lo
explica el Estagirita: Mientras las acciones voluntarias son objeto de alabanzas o
reproches, las involuntarias lo son de indulgencia y, a veces, de compasión.8 Es así que,
el modo de juzgar este tipo de actos debe ser a través de un método analógico
prudencial que tome en consideración todos los elementos que intervienen en la
acción pero a la luz de principios universales, permanentes e inmutables.
Para Sto. Tomás de Aquino, la prudencia es cierta certeza de los enunciados
que son verdaderos en la mayor parte de los casos, aunque fallen las menos de las veces.9
Esta certeza es proporcionada por el consejo de la razón del que parte el acto
prudencial en cuanto voluntario. La voluntad, en este sentido, se adhiere a lo
que es bueno siempre o la mayoría de las veces, es decir, a lo que se da con
frecuencia en los casos que son similares en cuanto que guardan entre sí la
misma proporción aún y cuando sean distintos en esencia. Esta virtud
intelectual, encarna la recta razón práctica, por lo que le compete a ella atender
esos casos particulares.
La virtud de la prudencia se encuentra entre lo universal y lo particular,
entre los primeros principios de la conducta y lo singular operable. Y esto sólo
es posible porque está ubicada en la parte racional del alma, es decir, es
discursiva y deliberativa así que discurre entre lo general y lo concreto. La
razón universal - y no propiamente el intelecto práctico- va de los principios a
los casos, discerniendo entre lo semejante y lo desemejante de cada uno de éstos
en relación con lo primeros. La prudencia, en este sentido es como dice el
Aquinate, la recta norma de las acciones humanas, no sólo en general, sino también en
los actos particulares.10
Al vincular la recta razón, las acciones, con los primeros principios de la
conducta puede mover a la voluntad a querer un bien que ha conocido como
verdadero. Sin embargo, este movimiento es político o persuasivo porque como
explica Aristóteles en la Política,11 explicando los tipos de gobierno, no necesita
de la participación de las partes. Por el contrario, la facultad volitiva sí mueve a
la razón de un modo despótico, es decir, con independencia de todo lo que
rodea al actuar. Así lo explica el Doctor Angélico:
Aristóteles, E. N., II, 1, 1109 b30
Aquino, Tomás, S.Th., q. 96, a. 1, ad. 3.
10 Aquino, Tomás, S.Th., I-II, q. 58, a.5.
11 Aristóteles, Política, I, 4, 1254 a 5. Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1999.
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Hay dos maneras de causar una a modo de fin, y así decimos que el fin mueve al
agente. De este modo el entendimiento mueve, a la voluntad, pues el bien conocido es
su objeto y la mueve a manera de fin. La segunda, a modo de causa eficiente, según
mueve lo que altera a lo que es alterado y lo que impulsa a lo que es impelido. De esta
manera mueve la voluntad al entendimiento y a todas las potencias del alma (…) a la
ejecución de sus respectivos actos.12
Ahora bien, siendo la voluntad más fuerte que la razón puede mover a
las demás facultades a que quieran un bien como verdadero pero también tiene
la capacidad de moverla a querer lo malo como verdadero aunque de hecho sea
falso, porque mientras que lo verdadero y lo falso son entes de razón, lo bueno
y lo malo están en las cosas y se muestran como apetecibles a la voluntad e
indiferentes a la razón. Sin embargo, y es importante al momento de juzgar la
conducta como buena o mala, el bien y la verdad, objetos respectivos del
entendimiento y la voluntad, difieren conceptualmente, pero, no obstante, se contienen
mutuamente pues la verdad es un bien y el bien una verdad.13
Además lo que es propio de la facultad intelectiva no es la acción sino el
raciocinio, de ahí que la prudencia discurra entre la razón universal y la razón
particular porque ésta es, como explica Tomás de Aquino, movida y dirigida
naturalmente por la primera.14 La razón universal considera los entes
universales y los contempla en sí mismos para consultarlos, en cuanto que de
ella toma normas para la conducta. La razón particular, en cambio, se ocupa de
cosas temporales. Pero ambas se complementan en cuanto que a partir de los
entes temporales se llega a los universales o, a la inversa, cuando partiendo de
lo universal se llega a lo particular. Esto es así, porque las cosas temporales y
eternas, en su ordenación a nuestro entendimiento se subordinan entre sí, de
modo que unas sirvan de medio para conocer las otras. Pues el intelecto, como
dice el filósofo de Roccasecca, se vale de las manifestaciones externas, de las
operaciones y de los accidentes de los diversos tipos de entes, para describir, delimitar y
determinar exactamente qué es cada cosa.15
De esta forma la prudencia está intermedia entre aquello que es
inmutable y permanente en los actos humanos y aquello que es de cada
individuo según sus circunstancias, fines y objetos de elección. Es así que el
mérito de la prudencia, según Sto. Tomás, consiste no sólo en la consideración sino en
la aplicación a la obra, fin del entendimiento práctico.16 De ahí que sea virtud del
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Aquino, Tomás, S.Th., I, q. 82, a. 4. c.
Aquino, Tomás, S.Th., I, q. 87, a.4, ad 2
Cfr. Aquino, Tomás, S.Th., I, q. 81, a.3 c.
Cfr. Aquino Tomás, S.Th., I, q.85, a. 3, ad 4.
Aquino, Tomás, S.Th., I, q.80, a.2, ad. 3.
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C. FRANCO SENTÍES, Reflexiones acerca del método analógico prudencial en la ética según la tradición aristotélica-tomista
intelecto práctico no de forma absoluta sino relativa porque no le interesa los
primeros principios de la conducta en cuanto tales sino como aplicados al
actuar concreto del hombre. 17
1.2. Aplicación del método analógico proporcional y atributivo en los actos
voluntarios e involuntarios
Una vez que quedó explicada la prudencia, explicare como es que esta
virtud intelectual es analógica en su forma de proceder: parte de lo singular
concreto que es contemplado por la razón universal como bueno y lo coteja con
el concepto de bondad universal tratando de buscar la semejanza con éste y una
vez que lo encuentra como semejante o desemejante emite un juicio que
desciende a lo singular operable. El análogo, en este sentido y según la
interpretación de Cayetano, no es uno en sí mismo considerado y, con todo, tiene una
adecuada predicación como si fuera una sola naturaleza.18 El método analógico
prudencial, por tanto, considera lo que es igual a los primeros principios de la
conducta como tal y lo que es distinto en tanto que diferente a unos mismos
principios.
La razón de este tipo de metodología es porque en potencia los
contrarios son simultáneos, 19 es decir, en el hombre lo bueno y lo malo es
factible. Sin embargo, una vez que el hombre ha elegido una opción con
exclusión de otra se ha comprometido con la virtud o con el vicio que tienen
como principio común el Bien en sí mismo. De ahí que, como explica
Aristóteles,
no sea preciso buscar una definición del todo, sino que, a veces basta con captar la
analogía en su conjunto: que en la relación en que se halla el que edifica respecto del
que puede edificar, el que está despierto del que está dormido (...) Quede el acto
separado del lado de uno de los miembros de esta distinción y lo posible o capaz , del
otro.20
Según lo antes dicho, el vicio es ausencia o privación de virtud (hábito
operativo bueno), de la misma forma que el mal es falta de bien. Es decir, es
anterior a cualquier acto humano el principio de lo bueno, de ahí que todas las
cosas que se dicen buenas sean en función del Bien en sí mismo considerado.
Sin embargo, cuando decimos que algo es bueno o que una conducta es buena
Cfr. Aquino, Tomás, S.Th., II-II, q. 47, a.3 c., y S.Th., II-II, q. 47, a. 2, ad. 1
De Vío Cayetano, Tomás, Op. Cit., no. 109
19 Aristóteles, Analíticos Posteriores, 73a 5- 9. Biblioteca de Autores Clásica Gredos,
Madrid, 1995
20 Aristóteles, Met., IX,6, 1048a 35–1048b 5
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no lo decimos de forma homogénea porque la bondad o maldad de un acto lo
es en distintos sentidos aunque proporcionalmente estén fundamentados por
una misma razón significada a partir de la cual se atribuye el término “bueno” a
la conducta que así lo es, es decir, porque es buena en cuanto singular se
predica como tal.
Ahora bien, la vinculación proporcional que existe entre los hábitos
operativos buenos que consisten en el justo medio entre dos extremos viciosos,
ya sea por el exceso o por el defecto, es de tal forma que la razón significada en
cada uno de esos actos es distinta aunque guarden una similitud o participación
en el Bien. Así lo explica la siguiente cita de Tomás de Vío:
Las cosas que fundamentan la analogía son de tal manera semejantes, que el
fundamento de la semejanza en la una es, en sí mismo considerado, de diversa razón
que el fundamento de ella en la otra: de tal modo que la razón significada de uno no
incluye lo que incluye la razón significada de otro.21
Sin embargo, esta misma razón significada en cuanto participada por los
actos buenos es primer analogado del que se atribuye la bondad de las cosas. Y
es hasta esta consideración que el intelecto puede distinguir el acercamiento o el
alejamiento de una conducta en relación con otra y en función del principio
fundamental del “Bien” que en los actos se traduce como “haz el bien y evita el
mal” Así lo explica Sto. Tomás:
En las obras humanas, para que pueda haber una rectitud, es conveniente hallar algún
principio permanente que tenga inmutable rectitud, para que todas las obras humanas
sean examinadas, tal que aquel principio de modo permanente resista todo mal y
asienta a todo bien: y éste es la sindéresis, cuya tarea es evitar el mal e inclinar al bien.22
Esta dirección de los actos a la luz del principio de sinderesis es en lo
concreto de los casos particulares, teniendo siempre presente que ningún acto
humano es idéntico a otro, pero tampoco difiere del todo de los demás. Sin
embargo, se llama con verdad bueno a lo que es participado por los actos que se
dicen buenos o virtuosos y que son llamados así por denominación extrínseca.
Así lo explica Sto. Tomás:
En todos los nombres que se predican analógicamente de varios es necesario que todos
se prediquen por relación a uno: y por tanto es necesario que este uno entre en la
definición de todos. Y dado que la razón significada por el nombre es la definición, es
necesario que este nombre se predique primeramente de aquello que entra en la
De Vío Cayetano, Tomás, Op. Cit, no. 33
Cfr. Aquino, Tomás, De veritate, q.16, a.2 c., Cuadernos del Anuario Filosófico, serie
universitaria 61, Traducción Ana Marta González, Pamplona, 1998.
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C. FRANCO SENTÍES, Reflexiones acerca del método analógico prudencial en la ética según la tradición aristotélica-tomista
definición de los otros, y posteriormente que se predique de los demás, según un orden
de aproximación mayor o menor del primero.23
Es en virtud de esta atribución secundaria que se pueden juzgar los actos
como buenos o malos según las circunstancias. Ya que primero se conoce cada
uno de los actos en cuanto proporcionalmente idénticos a lo bueno y por tanto
no homologables entre sí y después se juzga sobre ellos. De esta forma, la
responsabilidad de una conducta puede disminuir o aumentar porque se toman
en cuenta todos los elementos necesarios para emitir un juicio con precisión,
incluyendo aquellos que son externos a la voluntad o que son producto de la
ignorancia. Así lo explica Aristóteles: Parece, pues, que cosas involuntarias son
aquellas que se hacen por fuerza o por ignorancia; es forzoso aquello cuyo principio es
externo y de tal clase que en él no participa ni el agente ni el paciente.24 Respecto de
las cosas que son producto de la coacción externa aclara que cuando es por
temor o para evitar mayores males como cuando se le pide mediante amenaza a
un padre hacer algo vergonzoso por salvar a su hijo, queda la duda de si es
voluntario o involuntario.25
Sin embargo, aclara Aristóteles, que este tipo de acciones se parecen más
a las voluntarias, porque las acciones radican sobre actuaciones particulares, y
en estos casos son voluntarias. Si bien en un principio son involuntarias porque
el fin no es querido en sí mismo, en un segundo momento para evitar ciertas
consecuencias la acción es voluntaria porque el principio está en el agente. En
este tipo de acciones no es fácil establecer cuál de las alternativas ha de elegirse
porque en algunos casos una misma acción puede ser alabada o censurada
dependiendo si lo que soporta como malo o vergonzoso es por un motivo noble
o por uno sin importancia o de relativa importancia.
Ahora bien, no sólo las acciones mixtas como las antes explicadas deben
ser analizadas con todos sus elementos para emitir un juicio moral correcto,
sino también aquellas que son producto de la ignorancia porque éstas tampoco
son voluntarias. Obrar “por ignorancia” parece cosa distinta que obrar “con
ignorancia”: pues el embriagado y el encolerizado no parecen obrar por
ignorancia, sino voluntariamente aunque no a sabiendas. Pues todo malvado
desconoce lo que debe hacer y de lo que debe apartarse, y por tal falta son
injustos y por tanto malvados. 26 La explicación de esto es que el término
“involuntario” tiende a ser usado no cuando alguien desconoce lo conveniente,
sino en la elección que no es causa de lo involuntario sino de la maldad. Así
23
24
25
26
Aquino, Tomás, S.Th., I, q. 13, a. 6 c.
Aristóteles, E. N., III, 1, 110a 1-3
Cfr. Aristóteles, E. N., III, 1, 110 a 9
Cfr. Aristóteles, E. N., III, 1, 110 b 25 -30
p. 8
Congresso Tomista Internazionale
pues, la ignorancia es con respecto a las circunstancias concretas y al objeto de
la acción. Pues en ellas radica tanto la compasión como el perdón, puesto que el
que desconoce alguna de ellas actúa involuntariamente.
Para que sea prudente el juicio ético debe de ir orientado hacia las
circunstancias concretas, determinando quién actúa, qué es lo que hace, acerca
de qué o en qué, a veces también con qué instrumento y por qué causa.27 En
otras palabras, la persona, la cosa, el instrumento, el lugar, el tiempo, la manera
y la causa de la acción deben ser proporcionalmente idénticos al Bien en sí
mismo considerado. Esto no quiere decir que deban de ser totalmente
homologables sino que deben coincidir en ir orientados a un fin bueno, de lo
contrario habría que investigar, según estos mismos elementos, si se obra por
ignorancia o involuntariamente y entonces poder atribuir correctamente un
sentido o significado a la acción que se juzga.
Conclusiones
1. La Ética es una ciencia cuya estructura esencial está orientada a aquel tipo
de seres que pueden ser de otra manera, aunque una vez que se tomó la
decisión de obrar de un modo o de otro hay un compromiso de la persona
con el bien o el mal. Es así que el objeto de la acción, la intención o fin del
sujeto y las circunstancias que rodean la conducta son proporcionalmente
idénticos a una misma razón significada que es el Bien. Lo que quiere
decir que lo bueno es así porque está en las cosas no porque el hombre así
lo determine. De esta forma, no sólo el objeto querido debe ser bueno sino
que también los medios, es decir, la intención debe ser recta y lo que
rodea la acción tiene que justificar la realización y la omisión de un acto
humano.
2. Una vez que se determinó la proporción existente entre lo que es bueno y
su razón significada (lo bueno absoluto), se puede clasificar, de forma
prudente, un acto como producto de la ignorancia o de la coacción
externa porque es hasta este punto cuando la razón ya deliberó acerca de
los medios o elementos que configuraron la acción y que a su vez son
analogados de un primer analogado que es el Bien en sí mismo del que se
atribuyen las cosas buenas por denominación extrínseca.
3. El método analógico proporcional, en un primer momento, y atributivo
en un segundo momento debe tener en cuenta las circunstancias que
27
Cfr. Aristóteles, E. N., III, 1, 1111a 1-5
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C. FRANCO SENTÍES, Reflexiones acerca del método analógico prudencial en la ética según la tradición aristotélica-tomista
rodean una conducta pero teniendo presente que para que un acto sea
considerado como bueno, éste debe de guardan un proporción de
semejanza con una misma razón significada que es el Bien absoluto. De
ahí que, no sea correcto decir que son involuntarias las cosas que se hacen
por coraje, apetito o pasión porque éstas no son proporcionales a lo que es
bueno por naturaleza cuando son desordenadas, porque también la
voluntad puede engañar a la razón presentándole lo bueno como
vergonzoso y lo malo como apetecible.
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